Si el graffiti es el arte que brota del asfalto, de los cimientos de los edificios malogrados o abandonados de las ciudades de todo el mundo, el graffiti de Werens es una obra artística librada a la ciudad de Sabadell en etapas a lo largo de más de veinte años. Son figuras que se ensartan por los muros, seres que surgen de las rendijas, personajes que nos hacen parar, sombras sinuosas que se imponen estéticamente por encima de las fachadas anodinas y amortiguadas de nuestra villa post-industrial; su graffiti es colorista, espontáneo, dinámico, osado, reivindicativo, es arte al alcance de todos. Un arte, este, que no está en venta, que no se oculta detrás una puerta de seguridad ni se cierra dentro de una caja de caudales; un arte abandonado con toda la intención a su suerte, sin dramas, como un pequeño bote dejado a la deriva en día de suave olaje, a pesar de que a menudo las “brigadas especiales de limpieza” se hayan encargado de hacerlo naufragar solo ser botado. Pero, ni siquiera en los momentos de máxima (y yo diría frenética) actividad de las brigadas, ha dejado de surgir el graffiti de Werens, siempre entusiasta, constante, evolutivo. El suyo es un arte generosamente ofrecido, en definitiva, a todos aquellos que quieran, puedan y se dignen a apreciarlo, a todos aquellos capaces de mirar más allá de los parámetros más rígidamente establecidos.